Esta semana


Esta semana viví emociones muy intensas. A la vez... me sentí en paz. Mi cuerpo sigue intentando comprender por cuáles olas lo sumergí en estos días. 
Se siente en turbulencia, con necesidad de quedarse quieto para experimentar las algas que tocan con suavidad su envoltura. Mi piel, tiene una intensa necesidad de alejarse y observar lo que siente. Mirar las sensaciones en un segundo, tercer, cuatro plano. No el primero, no en primera persona. ¿Le hablo de tú? ¿O le hablo de usted? Mi cuerpo quiere alejarse de mi mente loca para no hacer las tonterías dictadas por la ansiedad de la incertidumbre. Mi cuerpo quiere vivir y combate con mi mente. A diario. Siempre. Pero... mi mente también tiene su lugar. Loca, totalmente loca, corre y corre y corre. CORRE. ¿POR QUÉ CORRE? ¡Deja de correr! Maldita sea, te he dicho que dejes de correr, no estás ahí. NO existe, te lo imaginas, te lo inventas, lo coloreas con pinceles de humo que no tocan la realidad. 
Mi cuerpo recibí y dejo que reciba por mí. Es mucho más sabio que yo. Quiero aprender de él. Aprender de su naturaleza y su movimiento, dejar que me hable y me dicté lo que quiero. Dejarlo en paz porque el sabe lo que es mejor para nosotras. Para las miles de Nayelis ahí adentro. Cada emoción explota porque quiere tomar lugar propio. Las dejo explotar, adentro. Y las observo. Si se presente el momento, las dejo salir. "Sean pacientes", les digo. 
¿PERO QUÉ ES LA MALDITA PACIENCIA? Lo que dicta mi cuerpo, la fluidez de las olas a medio día, la luna saliendo a su paso entre la incertidumbre de fuego apagándose. ¿Quién suministra tanta energía al Sol como para que pueda volver a prender con tanta intensidad día a día? ¿Realmente se apaga o es una ilusión? Recuerdo "¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión", y mas bobadas <<intelectuales>>. Nerda, me dice.  Bueno, hay momentos en los que llora. ¿Mi mente... o el Sol... o ambos? Igual que yo, que el cuerpo. Siempre. De repente ando caminando y quiero llorar. No sé porque, mi cuerpo me dicta. Y le digo "ahora no, llegando a casa". Y cuando llego a casa lloro. Lloro. LLORO. Exploto, escribo, leo, hablo, grito. Y la marea baja. Vuelve a aparecer la luna, serena, llena de incertidumbre, sin saber qué será de ella. Igual que mi mente. 

Mi cuerpo, mi cuerpo sabio se queda ahí. Viviendo.

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